sábado, 9 de enero de 2010

LUÍS DE MORALES

Luís de Morales (hacia 1515-1586) es un pintor español, nacido en Badajoz (Extremadura). Tenemos muy pocos datos acerca de su vida y de su formación, pero se distinguen tres etapas en su aprendizaje. La primera en Sevilla, al lado del maestro Pedro de Campaña; otra habla de su "educación portuguesa" y finalmente, completó su formación en Milán (Italia).


Se sabe que en 1550 ya estaba casado con Leonor de Chaves, hermana de Hernando Becerra de Moscoso, un regidor de Badajoz, lo que lo sitúa entre la sociedad burguesa de la ciudad extremeña. El matrimonio tuvo cinco hijos, dos varones y tres hijas.
Su actividad profesional desarrolló en Extremadura y contó con un taller propio en la ciudad de Badajoz. Fue apodado por sus coetáneos como "el divino" debido a su predilección por los temas religiosos. Realizó muchos cuadros para capillas familiares privadas y numerosos retablos.
Morales creó un estilo propio. En su producción se observa el alargamiento de las figuras y el empleo la técnica del esfumado leonardesco. Sus cuadros presentan un marcado carácter místico. Están realizados con una gama cromática algo fría, con gestos idealizados y una técnica minuciosa de origen flamenco. Todo ello refleja el influjo de diferentes escuelas pictóricas.

Dotadas de gran sentimentalismo, sus escenas son tiernas y emotivas, presentando a los personajes sagrados en actitudes cotidianas y cercanas. La intención es despertar la devoción y simpatía del espectador.
Otra característica suya es la piel blanca azulada de sus personajes o los dedos extremadamente delgados, con nudillos salientes.
Su primera obra conocida es La Virgen del pajarito (1546).
OBRAS.-
Cristo y el pecador 1550.-El tema de esta tablita no es excesivamente claro. Se titula Cristo con el pecador, que probablemente se refiera al ladrón arrepentido. La imagen mostraría bajo una metáfora visual la salvación del ladrón que se arrepintió, ya que Cristo parece indicar a un carpintero la figura del pecador arrodillado, tal vez instándole a arrancarle el objeto de su tormento, los clavos y la cruz. En cualquier caso, está claro que no responde a ningún modelo preexistente ni a ningún episodio concreto de las Escrituras, por lo que puede atribuirse la particularidad del tema a la devoción personal del cliente de la obra, que seguramente marcó unas directrices al pintor. Los tipos humanos de Morales son delgados y afeados, con rostros crispados y trazo nervioso. Es una característica del pintor, así como esas extrañas gamas metálicas en el colorido del cuadro, que resulta artificial. La artificiosidad del cuadro responde a los criterios del Manierismo. El paisaje del fondo probablemente sea una copia bastante fidedigna de algún lienzo italiano, puesto que reproduce el paisaje umbrío, húmedo y azulado, que suele aparecer en la obra de Leonardo y otros autores del norte de Italia.
Virgen con el Niño y San Juanito 1550.-La influencia de los grandes maestros del renacimiento italiano se deja sentir en esta obra de Luis de Morales conservada en el Prado.

Esta tabla nos muestra a la Sagrada Familia con la Virgen, el Niño Jesús y San Juan Bautista Niño -con un cordero simbólico tanto de sí mismo como del sacrificio futuro de Cristo, y más de juguete que de carne y hueso-. Mientras los niños se abrazan, la Virgen contempla y acaricia el pie de Cristo, abstraída en sus pensamientos, como si meditara sobre la futura herida que el clavo tendría que producir en ellos por la salvación del género humano.
El artista emplea la dulzura y monumentalidad de las formas de Rafael combinando esto con el esfumado característico leonardesco. Sin embargo, no deja de estar presente la huella de la pintura flamenca, que tanto impresionó a Morales durante su formación.
Nazareno.-Esta obra fue un encargo del obispo de Badajoz Juan de Ribera a Luis de Morales, y el artista se inspiró para su realización en una obra del mismo tema de Sebastiano del Piombo. En esta tabla se puede observar la doble influencia recibida por el artista en su formación: la flamenca que le lleva a acentuar la expresión patética del rostro y la italiana que se deja ver sobre todo en el tratamiento del claroscuro de origen leonardesco.

La Virgen de la leche (o Virgen con el Niño), es la obra maestra del pintor español Luis de Morales. Es un óleo sobre tabla, pintado hacia el año 1570. Mide 84 cm de alto y 64 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid, donde entró gracias al legado de don Pablo Bosch (1915).

El tema representado es muy antiguo, dentro de la iconografía cristiana: la Virgen María amamantando al niño Jesús. No obstante, en el caso de esta obra, no se ve directamente el pecho, sino que la madre y el hijo se miran en una de las imágenes más intimistas del siglo XVI. El propósito es claramente religioso, exaltando el sentimiento de amor materno. El tema, muy querido en los tiempos de Contrarreforma y misticismo español, fue tratado en más ocasiones por el pintor. Así, hay una versión que se conserva en el Museo Nacional de Arte Antiga de Lisboa, otra colección particular, en Jaén y aún hay otra Virgen con el Niño (h. 1565-70), en la National Gallery de Londres.
El estilo es manierista. El fondo es plano y oscuro, sin ninguna referencia espacial o temporal. Sobre el mismo resaltan los volúmenes y los colores en claroscuro, destacando las carnaciones: el rostro y manos de la Virgen y en el desnudo del Niño. Los personajes permanecen ajenos al espectador. La madre sostiene a la criatura entre sus brazos y lo mira con dulzura; el niño responde a su mirada y busca con su mano derecha el pecho de la madre, mientras que la mano izquierda le levanta el velo, extremadamente fino y casi imperceptible.
La Virgen está representada con una belleza perfecta y delicada. El rostro denota influencia de Rafael Sanzio, recibida a través de los manieristas holandeses y alemanes. Se la representa siguiendo un modelo de madonna escultórica como las de Donatello: rostro ovalado en escorzo, frente alta y ojos bajos.
El color es metálico y frío, propio de la escuela flamenca. Predominan las suaves curvas.
Adoración de los Reyes.-Morales realiza en este óleo un ejemplo típico de su pintura de sentimentalismo exacerbado. Las poses de los personajes están exageradas en su amaneramiento. Morales emplea además unas gamas de colores completamente alejadas de los colores naturales. Crea de esta manera una atmósfera irreal, artificial, con predominio de tonos fríos de brillos plateados, incluso en la piel de los personajes. Prima la exaltación del sentimiento religioso sobre la perfección técnica de la ejecución. El pintor retrata a un San José caduco, medio dormido tras la figura orgullosa de María, que muestra a su pequeño. El primer rey se arrodilla sumisamente para besarle los pies, en una actitud que pone de manifiesto el contraste entre el infante recién nacido y la ancianidad del Mago, la desnudez de Jesús y los lujosos vestidos de aquél. El segundo rey espera respetuosamente su turno de rendir homenaje, mientras que Baltasar, que nos muestra un cuerno con su ofrenda, establece una relación directa con el espectador, al que mira abiertamente. Esta mirada juega el importante papel de introducirnos en la acción. La escena está incluida en unas ruinas, dentro de las cuales brilla la estrella sobre el Niño. A lo lejos, un paisaje azulado nos recuerda la perspectiva aérea descubierta por Leonardo.

Nazareno.-

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