jueves, 31 de diciembre de 2009

ROGER VAN DER WEYDEN

Roger van der Weyden Pintor flamenco de mediados del siglo XV, destacado por el carácter innovador de sus composiciones religiosas dentro de la pintura de su época. Nació en Tournai, y su verdadero nombre era Roger de la Pasture (apellido que al traducirse al flamenco se convierte en Weyden). Su primera formación la realiza en el taller de Robert Campin en su ciudad natal hacia el año 1427, y obtiene la maestría en 1432. En 1435 es el pintor oficial de la ciudad de Brujas, donde residió el resto de su vida. Sus numerosas obras —fundamentalmente religiosas como retablos, aunque también cultivó el retrato— carecen de firma y datación por lo que la cronología de su carrera se ha realizado sobre análisis estilísticos. Las pinturas de Van der Weyden, como las de otros pintores flamencos contemporáneos (especialmente las de Jan van Eyck), destacan por su detallada minuciosidad en la representación de los asuntos tratados, pues el autor atiende con la misma precisión desde el tema principal hasta el más mínimo detalle secundario o anecdótico que aparece en la obra. En su caso, se percibe en muchas de sus obras el interés por centrar la atención en la figura humana, motivo principal de la composición, a la que se subordinan el resto de elementos secundarios. Analiza de forma cuidadosa los diversos estados de ánimo de los personajes, y capta sus sentimientos y reproduce fielmente las distintas calidades de las telas y los plegados, al tiempo que modela sus personajes por medio de la luz y el color. Sus primeras obras, anteriores a 1430, presentan escenas de la vida de la Virgen, como La Anunciación (c. 1425, Museo del Prado, Madrid).

Estas obras denotan cierto influjo de su maestro, Campin, pero están imbuidas de una mayor intensidad dramática y emocional, otro de los rasgos que caracterizan su producción. Las obras de madurez de Van der Weyden, realizadas entre 1430 y 1450, muestran un creciente interés por el tema de la Pasión de Cristo. Se distinguen por sus colores fríos, el movimiento rítmico de las líneas, a veces diagonales o curvilíneas, la elegancia en los gestos de las figuras, y un sentimiento religioso trágico que alcanza su apogeo en las tres versiones de la Piedad (c. 1440, una de ellas en el Museo del Prado, Madrid). Van der Weyden introdujo importantes innovaciones que influyen en la siguiente generación de artistas primitivos flamencos, como la perfecta composición de grupos de personajes que realiza en El descendimiento de la cruz (1435, Museo del Prado); marcos arquitectónicos en grisalla que definen el espacio de la escena, como en Llanto sobre el cuerpo de Cristo (capilla Real de Granada, España), y el mecanismo de colocar en el primer plano del cuadro una figura de espaldas, creando un espacio cerrado y unificado, como en Los desposorios de la Virgen (Museo del Prado). Con posterioridad a 1450, tras un viaje a Italia, donde Van der Weyden entró en contacto con la pintura del renacimiento italiano, su obra se hace más suave, de un realismo más idealizado y sentimental, particularmente en la Adoración de los Magos (Alte Pinakothek, Munich) o La Virgen con el Niño (Museo del Prado). Fue uno de los pintores más influyentes del siglo XV europeo, no sólo en los Países Bajos, sino también en España, Italia, Francia y Alemania, países que encargaron o recopilaron algunas de sus obras.(Tournai, hoy en la provincia de Henao, Bélgica, 1399/1400 - Bruselas, 18 de junio de 1464), fue el pintor más célebre e influyente de la escuela flamenca en el período gótico. También se le conoce como Roger de la Pasture o Rogier de le Pasture.Fue aprendiz de Jan van Eyck y Robert Campin. Es nombrado maestro en Tournai en 1432. En 1435 se instala en Bruselas, que se convirtió en su residencia habitual. Allí creó un taller y fue nombrado pintor oficial de esa ciudad (1436).

Estuvo en Italia en 1450 para ganar el jubileo de 1450, y allí conoció las obras del pintor GentileFabriano aunque nada de lo que vio en Italia le influenció estilísticamente. Estuvo en Roma y parece que también en Ferrara.
Su hijo Pierre también fue pintor, aunque no tan destacado. Rogier de le Pasture influyó en varios otros artistas, tales como Hugo van der Goes, Hans Memling, Petrus Christus, Dirk Bouts y Gérard David.
Sus únicas obras firmadas son los cuatro paneles dedicados a la justicia que estaban en la Sala dorada del ayuntamiento de Bruselas y que se perdieron en los bombardeos de 1645. En Berna hay unos tapices que son reproducciones de ellos.
Así pues, realmente, no se conserva nada suyo firmado, y sus figuras tuvieron tanto éxito que fueron muy reproducidas. Aun así, las atribuciones son muy poco cuestionables.
Estilo y temas.
Se distingue tanto por la interpretación de temas religiosos (patéticos y marianos) como por sus notables retratos. Pinta al óleo sobre madera, en panel único, dípticos o polípticos. En sus primeras obras, su estilo es marcadamente gótico: hierático, y realiza fondos dorados. Posteriormente evoluciona hacia líneas sinuosas y fluidas en cuerpos y en drapeados. Sus personajes presentan un marcado corte realista.
Cristo apareciéndose a la Virgen.- No tenemos ante nosotros una obra de Rogier van der Weyden, sino de su círculo, lo que significa que fue producida entre los numerosos pintores que imitaron el estilo del maestro, sin que necesariamente se trate de uno de sus discípulos. Esto puede apreciarse en la dispar calidad que ofrecería comparada con una obra del propio Weyden. Sin embargo, también puede verse cómo los fundamentos del arte de Weyden están presentes, interpretados fielmente en lo que sería un nuevo estilo propio y particular de los Países Bajos, frente al lenguaje del Renacimiento en Italia. Básicamente, esta tabla reproduce el gusto por el plegado anguloso, quebrado, en vestiduras y adornos. La escena se desarrolla en un interior de arquitectura gótica, que era el ejemplo de arte moderno en la época. Sin embargo, se capta la perspectiva y la profundidad de la estancia, acentuándola incluso merced al dibujo geométrico de las baldosas del suelo. Esta intención de conseguir un espacio ficticio lo más próximo a la realidad es un elemento completamente renovador, conseguido a través de la práctica y el tanteo, frente a la compleja elaboración teórica de la perspectiva en el arte italiano.

Altar de los Siete Sacramentos, Crucifixión en una iglesia.-La composición de este cuadro de Rogier van der Weyden está utilizando un modelo que había inaugurado Jan van Eyck algunas décadas antes, como podemos ver en su Virgen en una iglesia. Se trata de una idea por la que una escena sagrada aparece mágicamente desarrollada en el seno de una iglesia, dentro de sus naves de arquitecturas góticas. Es un milagro, un círculo cerrado que concluye la devoción cristiana: Jesús crucificado inicia una nueva era, en la que el hombre ha sido salvado del pecado original. En memoria de Jesús se celebra el ritual de la Eucaristía en edificios apropiados, las iglesias y catedrales, en las que de nuevo se aparece Cristo muerto, el origen de todo. La escena de la Crucifixión sería perfectamente ortodoxa si estuviera ambientada en el monte Calvario: Cristo aparece en una elevada cruz, ya muerto; María desmayada en el suelo es atendida por San Juan, mientras las santas mujeres lloran por Cristo. Sin embargo, Weyden ha trasladado los personajes a través del tiempo para situarlos en el interior de una de las catedrales góticas donde los clientes del cuadro, sus familiares, el propio pintor, iban a celebrar los sacramentos. Es un recordatorio de que la muerte de Cristo está presente siempre en la vida del fiel, que no debe olvidar su misión en la iglesia a la que acude diariamente. El cuadro es un panel central de un tríptico que estaba destinado también a una iglesia. Es decir, es una imagen de la manifestación de lo sagrado en el espacio sagrado por excelencia.

Madona Médici, Madona con cuatro santos.- Según la fecha y los elementos que aparecen en la pintura, Rogier van der Weyden realizó el cuadro durante su estancia en Roma y posiblemente por encargo de la familia Médici. Los datos que apoyan esta idea es que los santos que aparecen a la derecha de la Virgen son San Cosme y San Damián, patronos de la medicina y patronos también de los Médici. Además, el escudo que aparece en la parte inferior tiene pintada la flor de lirio que representa a Florencia, de donde son oriundos los Médici. El tema de la Sacra Conversazione es típicamente italiano, tratado por ejemplo en artistas como Antonello da Messina. Los santos que asisten a la reunión con María están dispuestos en arco, estructura que se encuentra repetida en el remate del cuadro, un arco de similar curvatura. Las figuras están estilizadas elegantemente, alargadas como suele ser frecuente en los trabajos más elegantes de Weyden. A ello se suma el excelente tratamiento de las calidades de los materiales que aparecen en el lienzo, algo en lo que destacaban por su maestría los artistas de los Países Bajos.

Entierro de Cristo.- Rogier van der Weyden viajó a Italia y allí tuvo ocasión de conocer el modo de trabajar de los pintores del Renacimiento. El estilo italiano impregnó su obra, de raíz flamenca, y realizó obras de síntesis entre los dos estilos que alcanzaron un gran éxito entre sus clientes. Esta tabla con el Entierro de Cristo fue un encargo de la familia Médici, para su villa Careggi. Weyden tomó como modelo un cuadro realizado por Fra Angelico, lo que se hace muy evidente en la posición de Cristo muerto, con los brazos extendidos mostrando las llagas. La escena muestra en realidad dos momentos: la deposición del cuerpo y el entierro. La deposición es el momento en el que se baja a Cristo de la Cruz, con los brazos extendidos como se puede ver, y ante del desconsuelo de María.
Virgen con Niño.-La Virgen con Niño es una de las imágenes características de la pintura flamenca. Es muy habitual que las bellas figuras se sitúen en el interior de una iglesia o en una hornacina, simulando ser una estatua, como en este caso. María viste de rojo, cubriéndose con un lienzo de color blanco que asoma bajo el manto. El Niño lleva una camisa blanca larga y está sentado en el regazo de su madre, en posición inestable; parece arrugar las hojas del libro que está leyendo la Virgen, que observa la acción cariñosamente. Sobre la cabeza de María se sitúa un ángel que sostiene una corona labrada en orfebrería. El dramatismo que caracteriza otras escenas de Rogier Van Der Weyden -como la Piedad o el Descendimiento de Cristo- ha dado aquí paso a una ternura y una gracia que también son particulares del maestro, demostrando su capacidad para transmitir los sentimientos. El realismo de las figuras, el vibrante colorido y la delicadeza de los detalles caracterizan esta espectacular imagen, situada en un lugar irreal -una hornacina rematada con tracería gótica que avanza en una peana donde se sitúa parte de la figura- muy del gusto de la época.

El Descendimiento.- Este Descendimiento de Cristo de la cruz es una magnífica obra de Rogier Van der Weyden, quien lo planeó como pintura que traduce los esquemas de los retablos escultóricos alemanes y flamencos de esa época. Éstos plantean habitualmente una caja espacial estrecha, en la cual se colocan a manera de friso los personajes esculpidos, frontales y ajustados al escaso fondo que se les concede. Este planteamiento es el mismo que observamos en el Descendimiento de Van der Weyden: todas las figuras se distribuyen en un primer plano, yuxtapuestas pero procurando que ninguna oculte a las demás. La evocación del estilo escultórico consigue volumen y modelado en los cuerpos, que se aprecia de manera sobresaliente en el cuello de la mujer que se encuentra en el extremo derecho de la composición. Las figuras, diez en total, son Cristo muerto, María, San Juan y los santos varones y mujeres, incluida la Magdalena. Todos ellos llevan hermosos ropajes, cuyas texturas permiten diferenciar terciopelos, sedas, damasquinados, etc. Es también una característica propia del arte flamenco ésta de resaltar la calidad de las materias que aparecen. Es un indicativo del poder del que encarga la pintura. Además, todo el fondo está recubierto por riquísimas láminas de pan de oro, y abundan los azules y los verdes, pigmentos que proceden de moler piedras semi-preciosas. El fondo dorado, además de una ostentación de riqueza, impide que la mirada del espectador profundice en otra cosa que no sea la escena, desarrollada por este marco en un espacio mágico e irreal, sin referencias humanas. La obra fue encargada para la capilla de los Ballesteros de Lovaina, lo cual se refleja en el marco: en los extremos superiores aparecen unas pequeñas ballestas que identifican a los donantes. Parece que en origen era la tabla central de un tríptico, completado por una Resurrección y unas imágenes de santos, pero se desconoce su paradero. Felipe II, gran admirador del arte flamenco, trató infructuosamente de comprarla; por ello, encargó a Michel Coxcie, pintor y copista real, que le hiciera una copia para colgar en El Escorial. Años más tarde, la tía del emperador, María de Hungría, consiguió adquirirlo para la colección real española, a la que llega en 1574, de modo que una segunda copia fue realizada para que permaneciera en la capilla de los Ballesteros. La primera de Coxcie es la que actualmente pende de los muros de El Escorial. La tabla original del Descendimiento se encuentra en el Museo del Prado desde 1939.

San Jorge y el dragón.- Esta escena prodigiosa posee todo el romanticismo que hoy se le atribuye a la Edad Media: San Jorge, el santo guerrero y caballeroso de la Iglesia, monta un caballo blanco para matar al dragón y salvar a la princesa. La princesa viste a la última moda flamenca, con las telas más ricas y lujosas del momento, y un peinado de lo más atrevido (frente rapada y cofia de cuernos, como vemos en los retratos de la época). Al fondo el sugerente paisaje nos muestra los típicos castillos que pueblan los cuentos de hadas, entre una principesca gama de color azul, de belleza indescriptible. El tamaño de la obra no supera los 14 centímetros de alto: podría cabernos en la mano. Esto demuestra la actualidad de la técnica de la miniatura en la época en que Rogier van der Weyden la pintó, así como lo exquisito de la ejecución y lo extremadamente caro de los materiales (el azul se conseguía moliendo una piedra semipreciosa, de ahí lo "principesco" del cielo). La tabla es una auténtica joya por su aspecto, su tamaño y su precio. Como orgullosamente proclama la National Gallery de Washington, se trata de una de sus obras más pequeñas y al mismo por la que más dinero llegó a pagar.





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