martes, 29 de diciembre de 2009

JULIO GONZÁLEZ (1876-1942).

Julio González junto con Pablo Gargallo, su precedente más directo, convierten el hierro en material artístico.
Nació en Barcelona (1876-1942). Allí se formó en la Escuela de Bellas Artes y trabajó en el taller de orfebrería de su familia junto a su hermano Joan. Asistió al Círculo Artístico de San Lluc y frecuentó el café Els Cuatre Gats. Sus primeras incursiones artísticas se encuadran en la estética modernista, son pequeñas piezas de orfebrería trabajadas en el taller familiar.
En 1900, tras el cierre del taller de su familia, se trasladó a París junto a su hermano Joan y entró en contacto con Picasso, Juan Gris y Pablo Gargallo. La temprana muerte de Joan, en 1908, a quien estaba muy unido, lo llevó a una gran depresión y a un estado de introversión que limitaron su producción a la pintura y su círculo de amistades a Picasso y Brancusi.
Julio González está considerado el padre de la escultura en hierro y uno de los artistas fundamentales en el desarrollo de la vanguardia del siglo XX. Se forma en el taller de metalistería artística de su padre donde trabaja la forja y la fundición del hierro. Su vocación pictórica le llevará pronto a París, al igual que a sus amigos Picasso y al pintor Torres-García. En esta ciudad trabaja desde 1899 la pintura, alternándola con la producción de objetos y la escultura.Esta colaboración dura hasta 1932 y será muy fructífera para ambos artistas. Los consejos de González permiten a Picasso comprobar la viabilidad de sus croquis, mientras Picasso dará a González el impulso necesario para su obra, limitada hasta entonces a hierros delicados de pequeñas dimensiones. Será el paso decisivo para la conquista del lenguaje formal por el cual había estado luchando desde sus primeros años.
El aprendizaje en 1918 de una técnica industrial, la soldadura autógena, será decisivo en la experimentación de nuevos lenguajes escultóricos. El punto de inflexión en su sintaxis llegará en 1928. Picasso, habituado a trabajar con el metal, solicita la mano experta de González en la soldadura para lograr una escultura donde el vacío sea el protagonista. Deseaba materializar en el monumento funerario a su amigo Apollinaire la idea de ‘estatua de nada’, inspirada en un pasaje de El Poeta asesinado del propio Apollinaire: “una sólida estatua de nada, como la poesía y como la gloria”.
En 1927, cuando decidió dedicarse completamente a la escultura, aprovechó sus conocimientos de orfebrería y la técnica de la soldadura autógena para entregarse plenamente al hierro.
Sus primeras creaciones, máscaras y naturalezas muertas en lámina de hierro, dejan ver cierto componente cubista, pero desde 1928 irá caminando hacia la abstracción, aunque siempre se inspiró en el estudio de la naturaleza, conservando algunas referencias. Mujer peinándose, Mujer con cesto, Figura de pie y Maternidad, son algunos ejemplos de ese paso hacia la abstracción.
La década de los años treinta es el momento de esplendor de González. Se limita al empleo de planos esenciales, de líneas de fuerza y de los elementos más significativos, intentando unir la materia y el espacio, es decir, intentando proyectar en el espacio.
A menudo sus obras recrean temas como la maternidad, las máscaras o las figuras femeninas, que son constantes en su obra. Por ejemplo, Dafne o Figura acostada.
Principales obras de Julio González.
Su obra, no muy numerosa, está distribuida entre los mayores museos de arte moderno; destacan las colecciones del Musée National d’Art Moderne, Centre Georges Pompidou (París), del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), y del Museum of Modern Art de Nueva York. La colección más importante de Julio González es la del IVAM, formada por cerca de 400 piezas (entre esculturas, dibujos, pinturas y orfebrería) procedentes de diversas adquisiciones, pero fundamentalmente de las donaciones de Carmen Martínez y Viviane Grimminger, herederas del artista. El IVAM conserva también obra de Joan González (Barcelona, 1868 – 1908)
Cabeza ante el espejo. En esta cabeza los motivos naturalistas se han reducido al mínimo. El espejo queda representado solamente por un motivo oval.
El hueco es fundamental en la obra, junto con el aire y el ambiente que también forman parte de ella. La figura, además, acepta numerosos puntos de vista.
La obra evoca o sugiere, a través del lenguaje de las formas y la composición, todo el significado que posee la acción de mirarse en un espejo.
Bailarina de la margarita. A través del ensamblaje y la fundición de elementos lineales consigue el movimiento. La disposición de las manos y las piernas hacen que la figura flote en el espacio.
Juega con los volúmenes y su ausencia para crear dinamismo, pero también con la música y con la danza. La disposición de las manos y de los antebrazos revela la existencia del movimiento. La escultura, además, concilia un material pesado como es el hierro, con lo etéreo, representado a través de una bailarina.
A partir de 1934 simultaneó la escultura abstracta como Hombre cactus con otro tipo de figuración naturalista que culminó con la emblemática Montserrat.
La Montserrat. Es una de sus figuras más dramáticas y expresivas, símbolo de la lucha por la libertad. Fue expuesta en el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937, que acogió un conjunto de piezas inspiradas en hechos y escenas bélicas que reaccionaban en contra del fascismo durante la Guerra Civil española y se manifestaban a favor de la República.
A partir de la emblemática Montserrat, realizaría diferentes variantes o interpretaciones en esculturas como El Pie, Gran Perfil de la campesina, Busto femenino o Torso. González se servirá de planchas de hierro para representar las partes del cuerpo humano.
Busto femeníno  representa la parte frontal de un cuerpo de mujer sin ninguna  de las  extremitades, en que el pleno volumen es sugerido de manera magistral todo y ser hueco por detras. Con una evidente economia formal, pero con una gran riqueza creativa, González no nada más va saber extraer insospechadas posibilitadades expresivas de una simple plancha de hierro, sino que va ser capaz de realizar una síntesis entre la materia y  el espacio. El artista va transformar la realidad observada a partir de un elemento formal concreto, que en esta ocasión es una silueta humana -un busto femeníno-, pero no li va interesar hacer una mera descripción de esta realidad, sino que va da prioridad absoluta a la representación de la idea.  La cabeza de la Montserrat- En 1937 Julio González presentó en el pabellón español de la república de la Exposición internacional de París una de sus figuras más dramáticas y expresivas, la Montserrat. Con ella, González resumía todo el dolor y dramatismo que la guerra podía imprimir en un rostro humano. Era la figura de una campesina que con paso firme se planta altiva y desafiante, sosteniendo en una mano una hoz y en la otra un niño.

De esta obra, que le obsesionó durante sus últimos años, realizó más tarde una serie de interpretaciones. En esculturas como El pie, Gran perfil de campesina, La frente, Busto femenino y Torso, realizadas entre 1934 y 1936, González se sirve de planchas de hierro para representar partes del cuerpo humano tan sólo mediante retazos de su epidermis. El hierro envuelve un espacio hueco, que es el cuerpo. La chapa es el molde en que se ha sedimentado la vida del cuerpo. La escultura fragmentaria sirve de imagen figurada para un cuerpo ausente.
La cabeza de la Montserrat, obra que dejó inacabada, es una continuación de este proceso y a la vez una culminación, ya que fue una de sus obras póstumas. El rostro nos recuerda claramente la expresividad de las figuras de Picasso en el "Guernika", y aún nos conduce mas allá, hasta el primer expresionismo nórdico de "El grito" de Munch. El personaje tocado por el típico pañuelo campesino de los años 30, dirige el rostro hacia el Infinito, como expresando la rabia y el dolor por la situación de angustia que padece. La boca abierta y la expresión forzada contribuyen a acentuar el momento angustia.
Aspectos técnicos y estilísticos:
Partiendo de unos inicios cubistas, su escultura cambio radicalmente a finales de los años veinte cuando Picasso le pidió colaboración para realizar sus esculturas. El beneficio fue doble: Gonzalez enseñó a Picasso el oficio, pero a su vez se sintió atraído por lo que hacia -esculturas abiertas y lineales, mas abstractas-, y sus obras mas interesantes datan precisamente de esos años, entre 1930 y 1939. Hasta entonces el material noble para la escultura había sido el bronce; González, después de que el Dadaismo dejara claro que todo vale, toma el hierro, que solo se había utilizado para fabricar herramientas y objetos de uso, lo trabaja corno se venia trabajando y consigue cargarlo con una fuerza expresiva desconocida, que viene dada por la textura especial que estos procedimientos – la forja y la soldadura – dan a la superficie y por la tensión elástica que permite una nueva abertura al espacio.
Sus figuras, porque no abandona nunca del todo la figuración, se componen de varillas y laminas de hierro que se curvan y se sueldan, fragmentándose una y otra vez en un espacio abierto. Lo que el hacia era dibujar en el espacio, según sus propias palabras.



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